César M. Arconada
César Arconada (Astudillo, Palencia, 1898-Moscú, 1964) publica junto con Josefa López Ganivet un volumen para escolares titulado Teatro Español en la Escuela (1953), en el cual se incluyen dos piezas de teatro breve de creación propia (Mamita Clara y Al Congreso de los pueblos por la Paz. Viena), así como las dramatizaciones de un cuento popular (Don Generoso de lo ajeno), de El Lazarillo de Tormes y de un capítulo del Quijote.
Don Generoso de lo Ajeno. (Cuento popular escenificado) es un texto breve (el manuscrito consta de ocho folios mecanografiados) que, tal como indica su título, encierra una lección sobre la avaricia en clave de humor1. Dos estudiantes entran a descansar en casa de Don Generoso de lo Ajeno y Doña Cuidados, famosos por su riqueza y por su avaricia, e inventan una “sopa de piedras” para comer a costa suya. Además de avariciosos, los huéspedes son poco inteligentes, por lo que la astucia de los estudiantes saldrá vencedora. Como se dijo, Arconada parte aquí de un cuento popular, perteneciente al grupo de los llamados “cuentos de costumbres”, que tratan de la necesidad de sobrevivir a necesidades tan básicas como el alimento, y cuyos protagonistas suelen destacar por su picardía y por su astucia frente a las adversidades (Rodríguez Almodóvar, 2004).
Andrés es una dramatización basada en un episodio del Quijote, en dos cuadros y cinco escenas muy breves2. Su intención es claramente política y está encaminada a defender el comunismo y a sembrar el odio hacia la dictadura de Franco y hacia el imperialismo norteamericano. Unos niños leen el Quijote en voz alta e imaginan al hidalgo entrando en Madrid y en el Pardo para defender a los niños españoles del lobo-caudillo; al golpear airadamente un tintero, tal es su emoción, se les mancha el libro de tinta y no pueden continuar la lectura. Llega entonces Cervantes en persona a contarles el resto de la historia. En ella, un rico labrador golpea con una correa a Andrés, su joven criado; aunque se detiene ante la amenaza de Don Quijote, en cuanto este da la vuelta, vuelve a azotarlo, con el siguiente comentario de los jóvenes lectores: “- ¡Así es como hacen en Nueva York con los niños pobres! – Ese labrador debe ser un fascista” (121). Concluye este primer cuadro con una denuncia de la situación que sufren miles de niños:
Cervantes.- Don Quijote marcha por pueblos y prados, defensor del débil y del desdichado. Razón y verdades salen de su boca: su ideal es grande, mas su fuerza poca.
Niño 2º.- Porque lucha él solo contra fuerzas superiores.
Liuba.- A mí me da pena del muchacho. Grita: ¡Ay, ay! ¿Y quién le va a salvar? Nadie.
Niño 1º.- ¿No puede usted, Don Miguel de Cervantes, hacer volver a Don Quijote al bosque para salvar al muchacho?
Cervantes.- Le salvará quizá, mas… ¿y después? El terror es el arma de cada tiranía; miles de niños hay igual que Andrés, Don Quijote salvarlos a todos no podría (121-122).
En el cuadro 2º Andrés se encuentra con el Alcalde, que se dirige a él llamándole “perro” y que pretende matar a la paloma que aquel lleva bajo su camisa, pues “las palomas comunistas hoy se han hecho”, por lo que “Ha venido orden de Franco de no dejar en el pueblo ni una paloma con vida”. El Alcalde se dispone a golpear a Andrés cuando llegan dos guerrilleros para socorrerle y liberar a la paloma (“¡Déjala libre en su vuelo, que por la España franquista su canto de paz dé miedo, a yanquis y vende patrias, y ánimo en la lucha al pueblo”, 124). Tras esta escena, los niños lectores concluyen que Andrés debe saber que no está solo, que “todos los niños de la Unión Soviética” están con él. Mientras que, en tiempos de Cervantes, tanto Don Quijote como Andrés estaban solos, “ahora… ¡la fuerza está en la unión!” (125), y el propio Cervantes cerrará la pieza recitando estos versos:
Cervantes.- Es hermoso saber que hoy la razón millones la defienden en el mundo: combatiendo con ánimo y unión, ellos derrotarán a los Haldudos. Me alegra ver que hoy luchan los Andreses contra toda opresión y todo yugo, que defienden sus propios intereses y hacen temblar de miedo a los verdugos. Una dulce ilusión mi frente baña, dejad que el pecho por el gozo vibre: porque España otra vez será mi España, y mi pueblo español, ya pronto libre. (125).
1 Agradezco a Natalia Kharitonova, experta en el teatro de Arconada, que me facilitara la copia digital de este manuscrito.
2 Agradezco a Verónica Azcue que me diera noticia de este texto y me facilitara la copia digital de su edición.