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Eduardo Blanco-Amor

Ya con anterioridad a la guerra civil, entre 1916 y 1929, Eduardo Blanco-Amor (Orense, 1897-Vigo, 1979) había residido en Buenos Aires, aunque había vuelto a España en dos ocasiones como corresponsal del diario La Nación (1929-31 y 1933-35). La contienda le sorprendió en Argentina, y desde allí se comprometió activamente con la causa republicana, por lo que no regresaría a España hasta 1966. Se trata, pues, de un escritor “entre la emigración y el exilio”, tal como ha escrito Damián Villalaín (2015, 108). Aunque es en su faceta de novelista en la que ha obtenido un mayor reconocimiento, Blanco Amor escribió durante el exilio una serie de obras de teatro breve que solo desde hace unos años han empezado a ser justamente valoradas (Peral Vega, 1999). Si bien ninguna de ellas fue escrita para el público infantil, una de ellas, Romance de Micomicón y Adhelala. (Farsa para títeres especiosos), fue editada y escenificada para niños en fechas relativamente recientes1.

Blanco-Amor escribió sus obras de teatro entre 1939 y 1948, mientras se encontraba en Argentina y en Uruguay, y posteriormente las reunió bajo el título Farsas para títeres2. Originalmente, todas ellas se editaron para lectores adultos3, e igualmente con la excepción de Romance de Micomicón y Adhelala, las puestas en escena que se han hecho hasta ahora han sido para público adulto. Más que por un interés hacia el público infantil, la atracción de Blanco Amor por el teatro de títeres –común, por otra parte, a otros dramaturgos de su tiempo, como Valle-Inclán, García Lorca, Dieste o Alberti–, está relacionado con la influencia en su obra de la farsa expresionista europea (García Pascual, 2006, 119-120); el propio dramaturgo reconocía su deuda con Valle-Inclán. No obstante, tal como ha señalado Villalaín (2015, 116), y tal vez aquí resida la clave de su posible interpretación como teatro infantil, en ningún caso sus Farsas están animadas por la visión trágica del hombre y de la realidad que subyace en los esperpentos; por el contrario, dos de ellas (Romance de Micomicón y Adhelala y Angélica en el umbral del cielo) se pueden definir como dos “fantasías sentimentales que transmiten un encendido y esperanzado canto al amor” (Villalaín, 2015, 117).

En 1999 la compañía Sarabela Teatro representó profesionalmente Romance de Micomicón y Adhelala en un montaje dirigido al público infantil, después de realizar algunos cambios –poco significativos– en el texto4. Desde entonces la obra ha conocido varias ediciones, tanto en gallego (2000) como en español (2002), dirigidas a la infancia, e igualmente ha sido representada en colegios e institutos ante grupos de niños y jóvenes5. En su reseña de la edición digital de esta obra, Isabel Lozano, profesora de enseñanza secundaria y especialista en teatro para jóvenes, se refiere a este texto de Blanco-Amor como “una farsa idónea para representar con adolescentes, un clásico ahora al alcance de cualquier grupo escolar o juvenil […], con protagonistas adolescentes a los que el amor redime” (Lozano, 2013).

Esta obra, fechada en Montevideo en 1939, fue la primera de las farsas escritas por Blanco-Amor, y en palabras de Peral Vega, se trata de “una especie de cuento tradicional” en el que destaca “la simplicidad de caracteres” y la “exaltación del sentimiento amoroso como camino de redención” (49). En ella se nos muestra la historia de un extraño país gobernado por una reina estrafalaria y neurasténica, en el que viven una princesa cautiva, la inteligente y culta Adhelala, y el príncipe Micomicón, hijo de la reina, “un gigantón con cara de niño bonito” que está enamorado de ella. Micomicón es caprichoso y cruel debido a una maldición, pero Adhelala sabrá curarlo con amor y ternura. Tal como señala Pelegrín, el de este texto es “un mundo de fantoches, distorsionado y esquemático, lleno de humor y sentimiento”, y estamos de acuerdo con esta autora cuando la califica como “una excelente obra de Eduardo Blanco Amor” (Pelegrín, 2008, 109).

Bajo la trama que acabamos de referir se puede vislumbrar una crítica al poder absoluto (Vilavedra, 2015, 236), y es que, pese a su aparente simplicidad, el texto admite varios niveles de lectura; de hecho, algunos de sus juegos verbales se dirigen más a los adultos que a los jóvenes espectadores. Así por ejemplo, aquel en el que la Reina Madre ordena callar a Adhelala, advirtiéndole que “el favor de los poderosos se gana con el silencio” (Blanco-Amor, 1976, 26); cuando poco después esta se niega a contestar a la Reina para así “merecer su favor”, la Reina se verá obligada a matizar: “El favor de los poderosos se gana contestando a sus preguntas… de acuerdo a lo que suponemos que son sus deseos” (ibíd., 27). En otros casos los golpes de humor resultan mucho más próximos al humor blanco más familiar al público infantil: “¡Me duelen los ojos, la cabeza, la cintura! […] Me duele hasta la dentadura postiza, los pelos de la barba y los juanetes”, exclamará la Reina al sentirse incomprendida (ibíd., 28); así mismo, este personaje, en su ignorancia, usa de forma incorrecta palabras como “respectivamente” para demostrar que ella también sabe “hablar en difícil” (ibíd., 32 y 33).

Escrita en fechas muy próximas a una guerra que había dividido el país y trazado fronteras maniqueas entre los pertenecientes a uno y otro bando, Romance de Micomicón y Adhelala es un verdadero canto al valor de la educación y a la perfectibilidad de las personas. Radicalmente alejado del teatro político y de guerrilla que durante la guerra se puso al servicio de sendas ideologías, el texto de Blanco-Amor lanza un mensaje a favor de la paz, de la solidaridad, del amor al prójimo, y lo hace a través de un lenguaje farsesco y desenfadado que contribuye a mantener su eficacia ante el público actual, sea cual sea su edad. En España, esta obra, como el resto de las Farsas, no se conocería hasta 1973, cuando se editan conjuntamente en un mismo volumen.

1 En 1999 el grupo Sarabela Teatro realizó un espectáculo para niños a partir de una versión de esta obra (1999), versión que se publicó, tanto en castellano como en gallego, en sendas colecciones de teatro para niños.

2 Según Peral Vega, a excepción de El refajo de Celestina, de 1948, todas las demás farsas se escriben entre 1939 y 1942 (Peral Vega, 43).

3 Tres de ellas se editaron en 1953, en Buenos Aires, en el volumen Tres farsas para títeres (amor y crímenes de Juan el Pantera; las tres restantes se sumaron ya en la edición mexicana de 1962.

4 Las modificaciones introducidas por Begoña Muñoz en su dramaturgia son mínimas, conservándose lo esencial de los diálogos (incluidos la mayoría de los juegos de palabras) y la totalidad de las acciones. Se trata sobre todo de utilización de sinónimos donde hay palabras que pueden ser poco comprensibles por los niños de hoy, pero no hay una simplificación del texto ni una “infantilización” del mismo en ningún caso.

5 Así por ejemplo, en marzo de 2016 se representó en un colegio de Vigo por el grupo aficionado Vichelocrego Teatro, según se puede ver en el blog: http://osacivrosdeterceirob.blogspot.com.es/2015/03/teatro-romance-de-micomicon-e-adhelala.html Este texto también ha sido representado ante el público adolescente; por ejemplo, en el verano de 2016 se representó en la región de Zulia (Venezuela) en un montaje dirigido a mayores de 14 años. “Zulianos podrán disfrutar la obra Los amores de Micomicón y Adhelala este domingo”, Panorama, 16-jun-2016. En línea: http://f1.panorama.com.ve/espectaculos/Zulianos-podran-disfrutar-de-la-obra-Los-amores-de-Micomicon-y-Adhelala-en-el-Teatro-Baralt-20160616-0122.html (Consulta: 27-enero-2017).