La única obra teatral para niños de Marina Romero (Madrid, 1908-2001), así como sus cinco poemarios para lectores infantiles, están escritos tras su vuelta a España en 1970. Romero, que se había marchado a California antes del estallido de la contienda con la intención de continuar allí sus estudios, se quedaría a vivir durante treinta y cinco años en Estados Unidos, donde trabajó como profesora en la Universidad de Rutgers y escribió varios libros de poesía. Su exilio es bastante peculiar, pues esta situación no impide que sus poemarios se publiquen en España, o que vuelva a su país periódicamente durante los veranos.
Ya en los años 80, Romero publica Churrupete va a la luna en busca de la fortuna. (Subidito en un cohete antes de que cuenten siete), cuyo título completo continúa así: “(Teatro de niños y niñas en verso y en rimas, y solo en un acto porque es más compacto, pero hay otro más, como ya verás)”. El texto, que carece de estructura dramática, consiste en una serie de diálogos en verso, disparatados, entre cinco personajes. La rima y el juego verbal son el verdadero hilo conductor de sus intervenciones, pues más que la lógica racional impera aquí el gusto por el juego, por la propia sensorialidad del ritmo de los octosílabos y las sonoras rimas consonantes, y por las risas infantiles que estas puedan desencadenar.
En el “Primer acto”, Tolín se encuentra en su habitación disponiéndose a dormir cuando irrumpe Churrupete, un extraño invitado que llega por la ventana y le cuenta su viaje a la luna; a ellos se sumarán poco después Don Burro, Pilusa, una niña vestida con muchos lazos, y Masacha, una niña con piel de perro y una cola muy larga. Los asistentes a esta peculiar reunión interrogarán a Churrupete sobre cuestiones como si hay gaviotas en la luna (20), la hora que es allí con respecto a la Tierra (26) o si se encontró con piratas (32). En el “Segundo acto”, Tolín se encuentra con Pilusa y Don Burro cuando llega nuevamente Churrupete para contarles lo que le pasó en el cole a la hora de merendar, y es que se disponía a comerse el bocadillo cuando un ratón quiso comerse su jamón. A partir de aquí les narra una serie de engaños al pobre ratón, un viaje al interior de su madriguera y detalles de la vida de los roedores, hasta que, llegada la hora de dormir, cantan todos juntos una canción y se despiden del público. La alusión en la canción final a las mentiras que todos ellos han estado escuchando y a la intrascendencia de lo que allí se ha dicho nos remite una vez más al gusto por “contar mentiras”, por el non sense y por romper el corsé de la lógica tan propios de la lírica infantil de raíz popular.