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Rafael Dieste

Con anterioridad al exilio, mientras dirigía el Teatro Guiñol de las Misiones Pedagógicas, Rafael Dieste (Rianxo, 1899-Santiago de Compostela, 1981) había escrito varias farsas, dos de las cuales, Farsa infantil de la fiera risueña y El falso faquir, han sido consideradas como parte del repertorio de teatro infantil de los autores del exilio (Pelegrín, 2011). Aunque estas piezas, al igual que muchas de las obras escritas para las Misiones, se representaron entonces ante públicos de distintas edades1, cuando se recuperan ya en los años 80, su recuperación se lleva a cabo desde el ámbito del teatro para niños; al menos así sucede con El falso faquir2.

Tras la guerra y el exilio, Dieste no volverá a escribir teatro para este tipo de público; sin embargo, durante la década de los 40 va a desempeñar un papel fundamental a la hora de impulsar y difundir la literatura infantil y juvenil en Argentina, gracias a su labor como director de una colección emblemática: la Biblioteca Billiken de la editorial Atlántida, dedicada a difundir, a través de adaptaciones, los clásicos de la literatura de todos los tiempos. Dieste y su mujer, Carmen Muñoz, llegaron a Buenos Aires en el invierno de 1939, y juntos, señala Ana Pelegrín, “levantaron desde sus cimientos” esta importante colección que hundía sus raíces en la experiencia vital del propio Dieste en las Misiones Pedagógicas (Pelegrín, 2001, 118). Al igual que entonces, su propósito no era otro que el de difundir la lectura entre los sectores más débiles de la sociedad; incluso el conjunto de sus títulos recuerda en parte al de las Bibliotecas escolares del Patronato de las Misiones, y de hecho varios de sus integrantes participaron en este proyecto (Pelegrín, 2001, 123). En este sentido, resultan más que clarificadoras las pautas que Dieste le dio a Sánchez Barbudo cuando le encargó la elaboración de uno de ellos:

[…] debe ser claro, ordenado, ameno […]. Debe tener valor didáctico pero no aire académico. Llaneza, pero elegancia, etc. Debe poder ser entendido por cualquier muchacho a punto de salir de la escuela y que no sea un zoquete, y por sus padres, si no son también unos zoquetes. En suma, un libro de divulgación que no exija para ser entendido conocimientos especiales ni más hábito literario que el de leer una revista no literaria. Sin embargo, el libro debe ser bonito, noble, como una buena conferencia de Misiones que pudiera escuchar con gusto cualquiera de los misioneros además del público. (Dieste, 1995, 185. Apud. Gerhardt, 2015)

Por todo ello, Otero Espasandín llegó a decir de la Biblioteca Billiken que se trataba de una colección de “literatura para niños entre los siete y los ochenta años” (apud. Pelegrín, 2001, 132). Aunque la literatura dramática tuvo una presencia muy escasa, en ella se publicaron adaptaciones “noveladas” para jóvenes de las obras maestras de Calderón de la Barca (El alcalde de Zalamea, La vida es sueño y El gran teatro del mundo), Lope de Vega (La niña boba, El caballero de Olmedo y Fuenteovejuna) y Schiller (Los bandidos, Guillermo Tell, Don Carlos), así como versiones “reducidas” de las comedias de Molière, adaptadas por el también exiliado Javier Farias (El avaro, El burgués gentilhombre y Las picardías de Scapin).

Por otra parte, más allá de su labor como editor, la influencia de Dieste en el ámbito de la literatura y el teatro argentinos también alcanzaría a uno de los titiriteros más populares de este país: Javier Villafañe. Este comentaba la influencia que el dramaturgo gallego había ejercido sobre su teatro cuando empezaba a recorrer el país con su compañía de títeres, intentando difundir este arte en las escuelas de Argentina:

Conocía Rafael Dieste, con quien conversé en varias oportunidades sobre sus experiencias en las misiones Pedagógicas y de manera especial sobre el teatro de títeres y su divulgación y funcionamiento en este proyecto. […].

Me ayudaron mucho las conversaciones con Rafael, de manera particular sobre la escritura de los textos dramáticos que yo empezaba a escribir. (Apud. Medina, 80-81).

1 En el caso de El falso faquir, “un enredo burlesco, casi chaplinesco” según Pelegrín, había sido representada en muchos pueblos de España, y siempre con éxito, por el guiñol de las Misiones, para un público de todas las edades (Aznar Soler, 1981, 25). En los comienzos de la guerra (20 de agosto de 1936) se representó en el Teatro Español de Madrid, ante un público infantil, en una función benéfica para Residencias y Guarderías infantiles, junto con las piezas El dragoncillo, de Calderón, y El enamorado y la muerte, de Rafael Alberti (Pelegrín, 2001, 121). E igualmente se representó como “farsa humorística revolucionaria” en una sesión del Altavoz del Frente en enero de 1937 en Valencia.

2 En 1983 el diario El País daba noticia del estreno oficial de El falso faquir, en la Escuela de Formación del Profesorado de EGB de Sevilla, por el grupo de teatro-circo La Plaza, “uno de los más activos grupos de teatro independiente, con obras infantiles, que circulan por Andalucía”. (José Aguilar, “Estreno en Sevilla de El falso faquir, de Rafael Dieste”, El País, 8-marzo-1983).